12/10/12

Diego




Es difícil de entender, para muchos elitistas, cómo un negrito salido de una villa del conurbano, que se dedicó a patear una pelotita y a tomar merca pueda generar lo que genera Diego. "Este país está lleno de ignorantes", dicen, pero no explican si es el mundo entero el que está lleno de ignorantes, ya que el mundo entero lo glorifica.

Mi respuesta para esos elitistas es que no existe una respuesta. Hay gente que simplemente está tocada por una barita mágica y es distinta a los demás, y eso es algo contra lo que nadie puede pelear. Es probable que haya habidos jugadores (muy pocos, seguramente) iguales o hasta mejores que Diego. Es probable también que haya habido personalidades de otros rubros más destacadas en la Argentina. Pero eso que no se puede explicar, eso con lo que se nace y que no se puede comprar, lo convirtió en el más grande del fútbol y en el máximo ídolo argentino.

Si eso nos hace un país de mierda, no lo sé. En ese caso, me gusta ser un país de mierda.

7/9/12

Cadena Nacional



No hay dudas de que la cadena nacional usada de manera constante genera un gran fastidio en ciertos sectores de la sociedad, sobre todo en la clase media de los centros urbanos. Está claro que amplifica el odio de aquellos que no pueden soportar a la presidente e, incluso, produce malestar en los que tratan de mantenerse indiferentes.

Los kirchneristas responden a este malestar diciendo que el recurso es legal y que sirve para informar a la gente sobre las acciones del gobierno y hacer más fluida la comunicación. También dicen que sirve para contrarrestar el poder comunicacional de los multimedios opositores. Sin embargo, el no prestar atención al fastidio que la cadena nacional genera es errar (para mi) el diagnóstico costo/beneficio y es coherente con la política comunicacional que ha llevado a cabo el kirchnerismo desde hace varios años.

Esta política, que consiste básicamente en desinteresarse por las opiniones de esos sectores de clase media urbana, ha sido una constante del gobierno y llama la atención desde el punto de vista electoralista. ¿Acaso piensa el kirchnerismo que si trata de responder a las demandas de esa clase media (que generalmente tienen más que ver con las formas que con los fondos de las cuestiones) va a perder ascendencia en las clases bajas? ¿o es necesario para su forma de hacer política generar en la clase media (despreciable como suele ser pero parte de la clase trabajadora al fin) una especie de enemigo para que esas clases bajas se sientan reivindicadas?

Yo, más por intuición que por información, me guío por esta última opción. Siempre pensé que si el kirchnerismo hubiera sido un poco más abierto en su política comunicacional y hubiera prestado un poco más de atención a los reclamos de la clase media, hubiera podido construir mucho más apoyo en ese sector y así lograr una hegemonía más grande que la que ya tiene. Sin embargo, ellos son los que gobiernan y yo sólo un estudiante que no vive en el día a día de la política así que por ahí esté equivocado. Por lo tanto, lo único que me limito a decir es que si bien las formas no son lo más importante a la hora de gobernar, sería bueno que por una vez dejen de pensar a los fastidiosos como "gorilas llenos de odio" y empiecen a pensarlos como "gente con reclamos que, sean infundados o no, hay que escuchar y hacer lo posible para solucionar".

7/8/12

Identidad



River no ganó los titulos que ganó por una sucesión de hechos afortunados ni por eso que algunos llaman "mística". Tampoco tuvo los ídolos que tuvo por casualidad. Todo lo que es River y lo que logró tiene que ver con su identidad, que no es otra que el buen fútbol.

Muchas veces nos han criticado a nosotros, los hinchas de River, por ese "paladar negro" que, decían, nos hacía poco pragmáticos y, supuestamente, nos convertía en un equipo sin "mística" (mística entendida como pegar patadas y ganar títulos por penales). Muchas veces hemos sufrido, por nuestro gusto por el buen fútbol, injurias sobre nuestra falta de carácter y ese duradero mote de gallinas.

Sin embargo, fue precisamente esa identidad la que nos hizo ganar todo lo que ganamos. Fue nuestro buen juego el que nos hizo grandes y que nos convirtió en el referente más grande de una forma de entender el fútbol en este país. Y fue esa reputación la que nos convirtió en un semillero de estrellas, al revés de aquellos rivales de siempre que compraron prácticamente a todos los grandes jugadores que tuvieron. La máquina, Onega, Kempes, Alonso, Ortega, Aimar, Saviola, D'alessandro, Lamela. Eso somos y eso fue lo que nos hizo grandes.

En los últimos años River no sólo perdió la guita que se afanaron los dirigentes, la costumbre de ganar títulos, los grandes jugadores que se fueron por dos pesos y hasta la categoría. También perdió la identidad y eso es lo más triste de todo. Antes de irnos a la B, nos hicieron creer que olvidarnos de todo lo que habíamos mamado desde que vimos jugar a River por primera vez era la única forma de salvarnos, y el tiempo demostró que estaban equivocados. Jugamos con cinco defensores y de esa forma nos fuimos a la B, por más que se hayan sacado bastantes puntos. Ahora, después de un año con el mismo técnico, River parece haberse acostumbrado a una nueva identidad. Tira pelotazos, centros, se basa en la pelota parada y carece, salvo pocas excepciones, de jugadores como los de antes, esos que trataban con amor a la pelota y daban ganas de verlos jugar. Hoy River compra jugadores dignos de otros equipos con identidades muy distintas a la nuestra y los hace pasar como grandes refuerzos (llámense Luna, Mercado, Bottinelli, etc.).

Hoy, en el torneo argentino, hay un equipo que juega en la cancha de River, que se viste como River y se llama River; pero que no es River.

26/7/12

Evita



Los grandes liderazgos tienen, en general, dos ejes.

El primero es el estratégico, el netamente político. Quien se encuentra en ese rol debe ser un ajedrecista vivo y centrado, que sepa tomar firmemente sus decisiones y, a su vez, leer las decisiones que van a tomar sus oponentes. Debe ser, más que de convicciones, una persona de ideas y, sobre todo, de acción.

El segundo es el "espiritual", el más ligado a los sentimientos. Quien lo personifique debe ser una persona de sentimientos muy fuertes y mucho carisma, que sepa llegar a las fibras más íntimas de la gente y sepa ser para ellos un representante cercano y humano. Evita fue el exponente más grande de este tipo de liderazgo en nuestro país.

Su llegada casi casual al hipócrita mundo de la política y su corta edad la hacían una mina pura, genuina, que difícilmente se callaba las cosas que pensaba y difícilmente dejaba de hacer las que creía que debía hacer. Era más confrontativa que el propio Perón, tenía sus ideas más a flor de piel y era, quizás, más dura con sus enemigos. Era, en pocas palabras, más revolucionaria.

Muchos, incluso yo, dirán que Evita no hubiera logrado nada sin Perón. Es verdad. La política -lamentablemente- la hacen tipos como Perón. Sin embargo, no son los tipos como Perón los que entran, de esta manera, en el corazón de la gente. No son los tipos como Perón los que hacen que el pueblo sienta que hay una de ellos arriba. Que hay una que, como ellos, sabe lo que es ser una bastarda, una escoria para los que determinan a su gusto los valores de la sociedad. Que hay una que los ama con una honestidad sentimental que no podrían pedirle a ningún "político de raza". No son los tipos como Perón los que pasan a la inmortalidad con un cariñoso diminutivo elegido por el pueblo.

No pretendo con esto que escribo alimentar ese amor vacío de cierta gente hacia una Evita con cuyas convicciones muchas veces están en contra. Yo no me como la obra de broadway, ni aquella eterna costumbre de los yankees de imprimir en remeras y posters lo que en el fondo quieren combatir, y de transformar en íconos vacíos a la gente llena de contenido como el Che o ella misma. Yo lo único que pretendo es que tomemos a estar mujer como lo que fue, más allá de las ideas políticas que, en este caso, están en un segundo plano. Evita fue, simplemente, un cacho de corazón en un mundo gobernado por la razón.

19/7/12

El gobierno y sus enemigos



Hace cuatro años, cuando el conflicto de la resolución 125 empezaba la agenda política del país, yo era -con mis escazos 16 años- un precoz crítico del gobierno kirchnerista. Más bien, era un pequeño antiperonista de la clase media porteña, de esos que abundan.

Sin embargo, a medida que el conflicto crecía algo dentro de mi me decía que esos tipos que exhibían sus 4x4 y que eran fomentados con una épica casi ridícula por ciertos medios masivos tal vez eran peores que aquellos peronistas que gobernaban. Fui empezando a relacionar a esos cuatro canosos con la Argentina de la que había leído en algún libro; aquella Argentina de la manteca al techo y de la vaca en el barco; aquella Argentina de las conquistas al desierto -matanza de indios mediante, casi como un detalle-; aquella Argentina de los golpes de Estado y las dictaduras sangrientas fomentadas por una oligarquía de apellidos con olor a bosta. Fui, casi por inercia de oponerme a esos tipos, acercándome al gobierno y, finalmente, aquel 17 de julio no pude contener el "traidor" luego del voto no positivo. Ese día, tal vez, fui kirchnerista.

Hoy en día, como esa vez, son más que nada los enemigos lo que me sigue haciendo apoyar, en alguna medida, a este gobierno. Ya no veo, como hace un tiempo, que las cosas avancen, pero sí me da miedo que empiecen a retroceder. Ya casi no soporto los discursos de Cristina pero menos soporto los de Macri, Scioli o cualquier otro "presidenciable". Ya no veo profundizaciones en la matriz de distribución pero tengo miedo que ciertos poderes oligárquicos recuperen lo -poco- que perdieron.

En conclusión, parece que mi historia de apoyo al kirchnerismo está definida más por oposición que por coincidencia. Y si de oposición se trata, la de este gobierno es la mejor razón que encuentro para seguir, a pesar de mis críticas cada vez más profundas, apoyándolo.

29/6/12

Salir del aparato



La reciente campaña de Moyano para ganar notoriedad política y mediática dejó varias conclusiones con respecto al futuro político del país.

Por un lado, ya es poco disimulable la alianza entre tres referentes de la "derecha" del peronismo, como Scioli, De Narváez y el propio Moyano, con vistas a 2015. Alianza a la cual podría sumarse a Massa y con la cual coquetea el más presidenciable de la oposición, el jefe de Gobierno Mauricio Macri, que no se anima todavía a fotografiarse con ellos pero que hace saber, con sus declaraciones, que no le daría asco acercarse a negociar -por lo menos no políticamente-.

La cuestión más interesante, sin embargo, está del otro lado, si es que existe otro lado. Se supone que dicha alianza se está creando para enfrentar a Cristina Fernández, si ésta decide reformar la constitución para presentarse a la re-reelección. No obstante, obviando por un instante esa remota posibilidad -y la reforma constitucional que están agilizando referentes kirchneristas como Yaski, Forster o D'elía- es difícil imaginar un frente político más allá de la figura de la presidente. No existe en su órbita una figura fuerte que asegure la continuidad del movimiento en el poder.

Ahí es, entonces, donde radica mi duda. ¿No es hora, de una vez por todas, de romper con el aparato peronista y consolidar, a través de la figura de Cristina, un movimiento de centro-izquierda que enfrente a la derecha sindical y burocrática de la alianza antes mencionada? ¿No es hora de buscar una renovación, con gente que jubile políticamente a la innumerable cantidad de impresentables que rodean a la presidente? Alguno dirá, y con razón, que la cara de esa renovación es la notoria agrupación La Cámpora. Sin embargo, todavía hay una apertura pendiente en el ala "izquierda" del movimiento -virtualmente representado por la propia Cristina- hacia nuevas alianzas y orientaciones que le permitan crear una alternativa progresista fuerte en todos los sectores. Así, tal vez, se encuentren los referentes necesarios para lo que viene. Así, tal vez, veamos desaparecer a los mencionados impresentables. Y así, tal vez, como el kirchnerismo dice haber sido una etapa superadora del peronismo, nazca con una nueva etapa superadora, que ya no se resuma tan fácil con un ismo.

1/6/12

Botas por cacerolas







¿Es casualidad que los únicos dos cacerolazos del mandato de Cristina Fernández se hayan dado en el marco de conflictos con los dueños de la tierra? ¿Es casualidad que estos cacerolazos hayan sido en los barrios más pudientes de la capital? ¿Será, acaso, que la clase media-alta tiene un particular cariño para con este sector económico?

El cacerolazo de ayer, mucho menor en dimensión que aquel de 2008, se organizó supuestamente como protesta contra la corrupción del gobierno y se usaron como disparador las desafortunadas declaraciones de un cada vez más impresentable Aníbal Fernández. Sin embargo, es por lo menos curioso que un fenómeno como éste se de, al igual que hace cuatro años, en el momento en que un conflicto entre el kirchnerismo y la mesa de enlace es parte de la agenda inmediata -en este caso con la aprobación de la revaluación de la tierra aprobada ayer en la provincia de Buenos Aires-.

Otra posible explicación de lo sucedido ayer es la novela del dólar, otro problema que a los argentinos de clase media y media-alta pone muy sensibles a pesar de no tener una gran incidencia en la economía doméstica. Con respecto a esto se puede decir que claramente hay un exceso de confianza en una moneda que ni siquiera es rentable como inversión, y a la cual se recurre en cualquier momento -no sólo en épocas de crisis-. En mi opinión personal, hay también cuestiones culturales impuestas por la oleada neoliberal 1976-2001 que marcaron a fuego esta desconfianza crónica en nuestra moneda. Pero esa es otra historia.

Como conclusión del cacerolazo de ayer quedan pocas certezas y muchas dudas que sólo pueden ser aclaradas con intuición. Tal vez, algunos crean en serio que la Argentina es el campo y, mucho peor, que el campo son los grandes terratenientes. Creerán que tocar al campo es meterse con lo más profundo de aquella Argentina blanca y aristocrática que defienden, a veces consciente y otras veces inconscientemente. Será, entonces, que aquellos que supieron financiar y motivar a las botas que tanto daño hicieron a nuestro país, ahora han optado por apoyarse en las cacerolas. Cacerolas que, con su avaricia y ambición ilimitada, sólo han ayudado a vaciar.

29/5/12

Lanata

Que Lanata es amante y practicante del periodismo espectáculo -y a veces hasta payasesco- no es nada nuevo. Su estilo siempre fue el mismo y fue, en gran medida, el pilar de su éxito. La necesidad de destacarse fue una constante en su trabajo y no me extraña que hoy intente ser el número uno de la oposición al gobierno kirchnerista. Él siempre necesitó ser el número uno, aunque no siempre tenga muy claro en qué.

La ideología, por lo tanto, no es un tema aparte ni va por un camino diferente. Cuando Lanata hablaba de la dictadura y entrevistaba a sus víctimas pocas personas lo hacían. Cuando Lanata fundaba diarios con miradas novedosas y críticas pocas personas lo hacían. Cuando Lanata criticaba implacablemente al menemismo pocas personas lo hacían. Siempre su ideología fue lo que pocos -al menos en el mundo de los medios- decían. Siempre estuvo ligada a su condición de eterno rebelde irreverente que era capaz de ponerse a leer el diario en vivo y en directo, o de hacer teatro de revista habiendo sido toda la vida periodista político.

A diferencia de lo que piensan muchos, yo creo que hoy Lanata no es muy distinto a aquel que fue. Hoy, si bien no sobresale por decir algo distinto, sí lo hace por decirlo de manera distinta y sigue buscando ser el número uno. Todas sus armas de payaso rebeldón y carismático, que antes supieron estar al servicio del pensamiento de izquierda, hoy están al servicio del pensamiento corporativo de un multimedio al que él, hace pocos años, criticaba ferozmente. Sin embargo, me cuesta creer que ese cambio ideológico se haya tratado simplemente de una venta al mejor postor de sus convicciones. Me cuesta creer que una valija llena de plata sea la única motivación que tuvo para cambiar su visión política. Yo creo que Lanata se dio cuenta de que, como él mismo dijo, el bando de Clarín era el más debil. No el más débil económica ni mediáticamente, pero sí el más débil en cuanto a calidad y a talento periodístico -cosas que innegablemente le sobran-. Por eso, creo yo, decidió ponerse del lado del más débil. No porque sea empático o de buen corazón, sino porque allí, en el peor equipo, es más fácil ser el número uno.


2/4/12

Héroes por obligación

Cada 2 de abril, viendo los actos y los discursos habituales, me hago las mismas preguntas: ¿Qué clase de hito es la guerra de Malvinas? Más allá del reconocimiento a los caídos y a los ex combatientes ¿Es una fecha patria? ¿Vale la pena conmemorarla con banderas e himnos cantados a los gritos?

En mi opinión, los argentinos tenemos el eje corrido a la hora de recordar aquel conflicto. Inflamos el pecho, nos ponemos la escarapela y puteamos a los ingleses como si aquella hubiera sido una guerra del pueblo argentino contra el inglés por un reclamo justo como la soberanía de las islas. Sin embargo, creo que eso fue lo último que pasó.

Hay diferentes teorías que pueden explicar aquella intentona imposible e irracional. La primera es, precisamente, la de una aventura individual del por todos sabido borracho de Galtieri, que por ambiciones personales podría haberse embarcado en una acción que podría haberlo inmortalizado. La segunda, con mucha más firmeza y coherencia, es la de un manotazo de ahogado de una dictadura totalmente desgastada por los crímenes cometidos. La tercera es una teoría netamente personal pero que no me suena tan descabellada: puede que haya habido una motivación especial, respaldada por una promesa de apoyo, por parte de Estados Unidos a la junta de gobierno argentina para que entre en esa guerra que terminó sosteniendo en el poder a Margaret Thatcher, quien estaba ejecutando en Gran Bretaña las recetas neoliberales que el poder económico tanto reclamaba en todo el mundo. De esa manera, la dictadura de nuestro país le hacía un favor más que importante a su mecena Estados Unidos.

Cualquier sea la explicación, lo que hay que tener en claro es que la guerra de Malvinas poco tuvo que ver con las Islas Malvinas y mucho menos con el pueblo argentino -no importa cuantas plazas se hayan llenado- que no había votado al gobierno que la llevó a cabo, y que, por el contrario, estaba siendo aterrorizado por éste. Por ende, es necesario que se deje de recordar este día con patrioterismo y nacionalismo absurdo y que empecemos a entender que lo que hoy se recuerda no fue más que otro de los crímenes de aquella dictadura nefasta.

Por último, quiero dejar en claro que la reivindicación de aquella vergonzosa guerra usando como excusa la valentía de los chicos que combatieron en ella no hace más que confundirnos y descolocarnos a la hora de condenarla. La palabra héroe, por ejemplo, no se aplica a la situación con exactitud, y genera un río revuelto donde los pescadores del sentimiento probélico y fascista hacen su ganancia. Dicen que son héroes porque pelearon por nuestra patria cuando en realidad pelearon por los intereses de un borracho, de una dictadura asesina o del poder económico mundial. Por eso, la palabra que mejor se ajusta a estos chicos es víctimas. Víctimas que fueron obligados a ser héroes para proteger su vida y la de sus compañeros.

25/3/12

"Los derechos humanos de ahora"

¿Cuántas veces escuchamos esta frase? ¿Cuántas veces fue usada para criticar al gobierno por su política de derechos humanos? ¿Cuántas veces salió de boca de los gurúes de la lucha contra la inseguridad?

La verdad es que es un argumento ingenioso. Dicen que el gobierno se ocupa de "los derechos humanos de los setenta" pero no de los actuales, ya que no detiene la inseguridad. Más allá de si el gobierno hace algo o no por combatir la inseguridad -debate que quedará para otro momento-, el argumento es de un nivel de análisis sumamente superficial o, y me inclino por esta última, mal intencionado.

La última dictadura no fue nefasta solamente por sus crímenes. Fue, además, la represión necesaria para la instalación de un sistema económico, político, social y cultural neoliberal que se profundizó en los noventa durante el menemismo. Un sistema que arrasó con la producción nacional, con el estado de bienestar construido por el primer peronismo y con la economía del país. Un sistema que arrasó también con los valores culturales existentes en el país y generó un clima de "sálvese quien pueda" y de pisar cabezas que se mantiene en la actualidad y se encuentra en el debe del kirchnerismo.

Por eso, para entender la problemática de la inseguridad hay que entender también que éste, al igual que casi todos los países atacados por el neoliberalismo, es un país sumergido, de a ratos más de a ratos menos, en la miseria. La miseria económica y social de tener una cantidad enorme de gente marginada, y la miseria cultural de que tanto "los de abajo" como "los del medio" sientan que el mayor enemigo es ese con el que conviven y que tienen a mano para descargar en él sus frustraciones. Ni unos ni otros se dan cuenta, entonces, que ambos son víctimas del que está arriba. Ese que se esconde en un barrio privado o en otro país, y que a veces ni siquiera tiene cara.

En conclusión, la inseguridad no es más que uno de los síntomas de una enfermedad que se fue gestando durante 25 años y que explotó hace 10. Una enfermedad que se metió en nuestro organismo a través del fuego y la sangre de aquella dictadura que empezó hace exactamente 36 años. Una enfermedad que, le pese o no a los reconocidos luchadores por "los derechos humanos de ahora", no se puede curar en el presente sin enterrar con justicia y memoria aquel escalofriante momento del contagio.

18/3/12

El far west

El hecho de violencia ocurrido hace unos días en lo del conductor "Baby" Etchecopar dejó en el aire una duda de la que pocos se hicieron eco y que la justicia ni se dignó a disipar: ¿Por qué, si los disparos efectuados por las víctimas del asalto fueron en legítima defensa, el delincuente muerto tenía en su cuerpo nada menos que 8 balazos? ¿Acaso necesitaron Etchecopar y su hijo dispararle ocho veces para reducirlo? ¿o fue, como personalmente y por pura intuición me animo a adivinar, una verdadera ejecución?

Los antecedentes de "Baby" no lo ayudan. Se lo ha escuchado decir en vivo y en directo "si entran a mi casa los mato", en clara premeditación de una reacción que supuestamente se da bajo el efecto de una situación traumática y violenta. Debido a esto, y a demás posicionamientos que el conductor ha mostrado abiertamente sobre la temática de la inseguridad, no es difícil imaginar que algunos de esos tiros que recibió el ladrón muerto hayan sido efectuados luego de que éste hubiera perdido el conocimiento, y con la clara intención de matarlo. En todo caso, esa investigación le correspondería a la justicia que a pocas horas de ocurrido el hecho lo dio por cerrado con la figura de la legítima defensa privilegiada y que no parece haber puesto mucho énfasis en aclarar la polémica de los ocho balazos.

Esto último se desprende de una temática mucho mayor: la absolución de gran parte de la sociedad, fomentada por el frenesí vengativo de los medios de comunicación dominantes, hacia aquellos que matan a un delincuente. Pareciera que la justicia debería en esos casos taparse los ojos y permitir cualquier hecho de violencia en contra de los "malvivientes" que realizan este tipo de asaltos. Pareciera, al fin y al cabo, que la justicia debería permitir que el país se convierta en un "far west" donde las víctimas de la inseguridad puedan hacer justicia por mano propia y, ¿por qué no?, prevención por mano propia hacia cualquiera que parezca sospechoso.

No pretendo con esta reflexión justificar a quienes realizan actos de delincuencia; ese es un debate mucho mayor que ameritaría otra nota entera. Y mucho menos pretendo justificar a la justicia y a las fuerzas de seguridad que tiran más leña al fuego con su cuestionable desempeño y que le dan a los referentes de esta cultura de la venganza las excusas perfectas para construir sus argumentos. Lo que pretendo, al fin y al cabo, es que nos saquemos las caretas de una vez por todas y definamos como queremos actuar frente al delito. Que definamos de una vez por todas si queremos apegarnos a la ley y bancarnos aquellas situaciones injustas en las que una víctima termina pagando más culpas que el victimario, siempre deseando que la justicia mejore y podamos, de a poco, ir confiando más en ella. O si queremos, en definitiva, que nos permitan "defendernos" como querramos y que esto se convierta en ni más ni menos que una guerra civil.

Lamentablemente, no hay un punto medio en el que descansar, salvo, claro, que uno sea "Baby" Etchecopar y tenga un conglomerado de medios defendiendo nuestra forma de actuar, posiblemente hasta con mentiras en la reconstrucción de los hechos. En ese caso, podemos ejecutar de ocho balazos a un delincuente sin condena alguna.

23/2/12

La nueva pelea

¿Es aceptable, para un aspirante a periodista, cambiar en cuatro meses su forma de pensar y comenzar a tener ciertas dudas? ¿Soy, acaso, el único decepcionado con lo que estamos viendo estos últimos meses? ¿Espero demasiado?

Hace cuatro meses, cuando Cristina Fernández fue reelegida, escribí una nota elogiándola y diciendo, entre otras cosas, que era una buena mina. La verdad es que yo veía algo diferente en ella, diferente a los demás políticos. Algo que me hacía pensar que no todo lo que hacía era por pragmatismo político y ambición de poder, sino que había en ella ideas y sentimientos más profundos. Algo de eso que tenía Eva.

Hoy por hoy mi percepción cambió bastante. Tal vez no tanto de la figura de Cristina en sí (aunque un poco sí), sino, y sobre todo, de su gestión. No veo, por ejemplo, la profundización que me gustaría ver y que no me parece tan descabellada con un 54% encima. No veo, más allá de la confusa pelea con Moyano, un intento serio de renovación de un aparato que cuenta en sus filas con demasiados tipos impresentables. No veo voluntad de generar soluciones para ciertos problemas que la gente, ya sea influenciada por los medios o no, reclama urgentemente (llámese regulación a la minería, cambios en la policía para combatir la inseguridad, más presupuesto y regulación en el tema trenes para evitar accidentes como el de ayer, etc.). No veo, en definitiva, que las cosas vayan para adelante.

Me quedan entonces tres opciones. La primera es hacerme el boludo y seguir defendiendo lo indefendible, pero para eso necesito un nivel de disciplinamiento y voluntad militante que no tengo. La segunda, peor aún, es convertirme en un opositor, lo cual implicaría olvidarme de todas aquellas cosas que valoro de este gobierno y de lo mucho que ha cambiado el país desde el 2003. Me quedaré con la tercera, entonces, que no es más que la crítica constructiva. Esa, que con el código binario de pensamiento que se ha apoderado de todo este último tiempo ha quedado pisoteada y a merced de los carroñeros que la usan para beneficio propio.

En conclusión, todavía apoyo al gobierno por que valoro lo que hizo y no veo nada mejor en el arco político. Sin embargo, algo ha cambiado en mi forma de pensar y estoy dispuesto a pelear, desde mi humilde posición de ciudadano, en la nueva pelea que es al interior del kirchnerismo. Y en ella, desde hace cuatro meses estoy perdiendo.

9/2/12

Blanco o negro

Nunca me cayeron bien los que ningunean a su propio país y se babean con otros (generalmente Estados Unidos o Europa) a los que consideran infinitamente superiores. Incluso, llegué al punto de convertirme, paradójicamente, en un crítico a la sociedad argentina por su propia costumbre de criticar en demasía. Sin embargo, existe otra costumbre que me enerva casi tanto como esa y de la cual he sido (y suelo ser) víctima: la de ver absolutamente todo en blanco o negro.

Ayer, cuando me enteré de la muerte de Spinetta, pensé en la dicotomía que lo separó, durante mucho tiempo, con Charly, otro de los padres del rock nacional. De la misma manera, en los 80/90, las dos bandas argentinas más importantes, Soda y Los Redondos, se vieron inmersas en una rivalidad generada por el público.

En el ámbito del fútbol, otra de las grandes pasiones argentinas, no hay que pensar demasiado para encontrar la gran dicotomía entre "bilardismo" y "menotismo". Dos formas diferentes de entender este juego que se convirtieron, durante algún tiempo, en los bandos de una guerra mediática que impedía a los unos disfrutar las victorias de los otros.

Por último, y tal vez más importante, está el mundo de la política. Allí, las grandes rivalidades están a la orden del día y se viven, en ocasiones, hasta con violencia. No obstante, permítanme enunciar una excepción a mi propia opinión: el exceso de grises puede convertir a la política en una herramienta inútil para generar los cambios necesarios y puede producir una sensación de que todo es lo mismo. En ese caso, un poco de blanco y negro no viene mal, aunque si se convierte en nocivo cuando no se permite otro color.

En fin, ya sea para diferenciarse de otro para generar una identidad propia, por necesidad de descargar tensiones mediante discusiones eternas o por simple amor a las rivalidades insalvables, el ver la realidad en extremos es una costumbre de esas que provoca el regodeo de los que viven mirando hacia el norte. Y pocas cosas me molestan más que darle excusas a esa gente.

1/2/12

Buenos Aires

Para los porteños, Buenos Aires es como ese primer amor al que siempre se vuelve o, por lo menos, se recuerda con nostalgia. La verdad es que podemos putearla cuando nos metemos en un embotellamiento, cuando no podemos caminar sin chocarnos, o incluso cuando se convierte en un refugio de la xenofobia y la grasa consumista. Sin embargo, siempre que volvamos a ella, sea cual fuere el tiempo que estuvimos lejos, va a ser como si nunca nos hubiéramos ido. Por que es, en definitiva, nuestro lugar en el mundo.


15/1/12

Gesell

Antes de irme a Gesell tengo una cosa que aclarar: yo iba antes de que estuviera de moda.

Y también tengo una predicción: va a ser una visagra en mi vida. Y si no lo es, por lo menos me voy a desquitar con mi hígado.

9/1/12

Lujos "útiles"

Desde hace varios años el fútbol argentino es horrible. Los partidos son tremendamente aburridos, hay pocos goles, y casi ningún equipo hace cuatro toques seguidos sin tirar un pelotazo a dividir.

La responsabilidad por este fenómeno es compartida entre muchos factores. Por un lado, la temprana emigración de los mejores jugadores (negociados dirigenciales incluídos); por otro, los problemas económicos de la mayoría de los clubes, lo cual, inevitablemente, se traslada a lo deportivo. Sin embargo, hay un factor que, en mi opinión, es decisivo en esta cuestión: el exitismo/resultadismo inmediato e histérico generado por el poder que maneja el fútbol y transmitido a través de los medios de comunicación de ese poder hasta penetrar en el común de los aficionados al fútbol. Toda una dinámica que, lamentablemente, tuvo éxito.

Una de las manifestaciones más paradigmáticas de ese fenómeno es una frase tan común como detestable: lujos "útiles". La misma, que es utilizada por gran cantidad de periodistas deportivos y que sobrevuela muchas de las charlas de fútbol que se dan a lo largo y ancho del país, se refiere a una situación en la que el jugador tiró un lujo (llámese caño, taco o lo que sea) y el mismo sirvió para generar una jugada de peligro o para safar de la marca. Obviamente, los mismos que usan dicha frase suelen ser los que critican y murmuran cuando un jugador tira un lujo que resulta "inútil".

Ahora yo pregunto: ¿hace falta que un lujo termine en una jugada de peligro para que sea "útil"? ¿No es más lindo el fútbol por los jugadores que se animan a tirar un caño o un taco solamente porque quieren? ¿Hemos llegado a tal nivel de histeria y exitismo que no podemos disfrutar de las cosas más hermosas que tiene este juego? Lamentablemente, la respuesta parece ser que sí.

Por mi parte, me quedo con esos jugadores que mencioné anteriormente. Esos que evitan que el fútbol se reduzca a una cuenta matemática que puede apreciarse totalmente en el diario del lunes. Por ejemplo, "El flaco" Pastore.

3/1/12

Lo que tenía que hacer


- Hice lo que tenía que hacer.
Repetía esa frase todo el tiempo, como queriendo autoconvencerse de ella, pero cada vez que la decía sonaba menos convincente.
- Era él o yo, con esos tipos no se jode.
- Pero ¿qué era lo tan grave que había hecho como para ser peligroso? - le pregunté algo ingenuamente.
- Vos no entendés, sos muy pibe para entender. Había muchos intereses en juego, mucha guita. Él podía hacerlos perder un negocio redondo, y lo venía demostrando desde hacía años – continuaba sin soltar un segundo su taza de café negro en jarrito, sin azúcar ni crema. Me acuerdo perfectamente por lo extraña que me resultaba esa forma de tomarlo. Decidí insistir con mi inquietud.
- Será que soy muy pibe, puede ser, y por ahí un poco ajeno a estos manejos; pero sigo sin entender como un tipo puede meterse en tantos quilombos tan sólo por su habilidad para jugar al fútbol.
- No era sólo lo que podía hacer con la pelota, era lo que representaba. Un tipo salido de una villa en el culo del mundo que se había convertido en un ícono hasta en el último rincón. Y encima era desafiante, no se callaba nada y sabía bien lo que quería. Era muy peligroso.
- ¿Qué era lo que quería?
- Justicia. Tan simple como eso. Que los jugadores reciban la parte de la torta que les correspondía.
- Pero los jugadores ganan fortunas…
- Si, los de primera. ¿Sabés cuanto ganan los de las divisiones más bajas? Migajas, algunos hasta son amateur. Él peleaba por todos esos que no tenían voz.
- Me parece que voy entendiendo; la mayor parte se la llevaban los empresarios. Igual no creo que haya cambiado mucho eso, eh.
- Mucho no, pero algo sí.
            Mientras él me explicaba cuestiones económicas, me quedé pensando en por qué habría hecho lo que hizo si creía tanto en lo justo de aquel reclamo. Supuse que lo habían amenazado, así que decidí confirmarlo.
- Pero si era tan justo lo que reclamaban, ¿por qué lo hiciste?
- Fácil: me amenazaron. Yo me había mandado una cagada hacía unos meses en mi club y este hijo de puta me había cubierto con su poder por que sabía que había una oferta millonaria para llevarme a Europa y quería su parte. Así que cuando vieron la necesidad no dudaron en usarme. Me tenían agarrado de las pelotas.
- Pero si era la primera vez que te agarraban por ahí te daban seis meses o un año y después podías volver. A él ya le había pasado.
- Si, pero yo no era él. Tenía 29 años y nunca me había ido de la Argentina, a lo sumo podría haber vuelto a algún equipo mediocre de acá a ganar dos mangos. Esto era un palo verde por dos años de contrato, no podía decir que no así como así y tener que poner un parripollo después de retirarme. Entendeme, no podía.
            En ese momento se agarró la cabeza y la giró para ambos lados sucesivamente como lamentándose, 18 años después, por lo que había hecho. Le hice rápido una pregunta para romper el hielo.
- ¿Cómo lo hiciste?
            Se quedó callado un segundo, como recuperándose. Miró a la ventana y comenzó a hablar con resignación.
- Le puse una cucharada en su botella de agua. Ellos la habían conseguido rápido, se ve que tenían contactos, no se si me entendés; y me la mandaron por un mozo de la confitería del hotel. Todos sabían que él las hacía todas y que incluso ya lo habían agarrado una vez en Italia, por eso nadie le iba a creer. Pero esa vez no había hecho nada. Te juro que se estaba matando para no hacer nada…
            Después de pasar unos instantes en silencio, con la mirada perdida en la calle, pidió la cuenta con un gesto y decidió sacarse una duda:
- Mirá pibe, yo esto te lo conté por que no daba más. Cada torneo en el que fracasamos es una puñalada de culpa para mí. Aparte vos parecés confiable, tenés curiosidad pero no matarías a tu vieja por una primicia como muchos de esos buitres con los que trabajás. Se que si te pido que no publiques no publicás. ¿O me equivoco?
            En ese momento vino el mozo con la cuenta y esperé a que le pague para hablar tranquilo. La noticia me quemaba en las manos, era una posibilidad muy grande para escalar en el diario, pero tampoco quería convertirme en uno de esos buitres de los que él hablaba. Entonces intenté hacerlo por las buenas.
- Yo no voy a publicar nada que no quieras, quedate tranquilo. Pero me parece que a vos te vendría bien confesarlo. ¿No decís que te carcome la culpa?
- A veces, pero ya aprendí a vivir con eso. No se si voy a poder aprender a vivir con el odio de mi país. De eso no se vuelve. – dijo poniéndose la campera y levantándose.
- Pero podrías decírselo  a él nomás, y pedirle disculpas. –insistí ya sin pensar en la primicia.
- ¿Eh? ¿Estás loco vos? En seguida se enteraría todo el mundo igual y me cagaría la vida. Y en definitiva, a él las piernas no le van a volver a crecer. Perdoname, pibe, pero era lo que tenía que hacer. –concluyó caminando hacia la puerta.