Para los porteños, Buenos Aires es como ese primer amor al que siempre se vuelve o, por lo menos, se recuerda con nostalgia. La verdad es que podemos putearla cuando nos metemos en un embotellamiento, cuando no podemos caminar sin chocarnos, o incluso cuando se convierte en un refugio de la xenofobia y la grasa consumista. Sin embargo, siempre que volvamos a ella, sea cual fuere el tiempo que estuvimos lejos, va a ser como si nunca nos hubiéramos ido. Por que es, en definitiva, nuestro lugar en el mundo.
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