¿Es aceptable, para un aspirante a periodista, cambiar en cuatro meses su forma de pensar y comenzar a tener ciertas dudas? ¿Soy, acaso, el único decepcionado con lo que estamos viendo estos últimos meses? ¿Espero demasiado?
Hace cuatro meses, cuando Cristina Fernández fue reelegida, escribí una nota elogiándola y diciendo, entre otras cosas, que era una buena mina. La verdad es que yo veía algo diferente en ella, diferente a los demás políticos. Algo que me hacía pensar que no todo lo que hacía era por pragmatismo político y ambición de poder, sino que había en ella ideas y sentimientos más profundos. Algo de eso que tenía Eva.
Hoy por hoy mi percepción cambió bastante. Tal vez no tanto de la figura de Cristina en sí (aunque un poco sí), sino, y sobre todo, de su gestión. No veo, por ejemplo, la profundización que me gustaría ver y que no me parece tan descabellada con un 54% encima. No veo, más allá de la confusa pelea con Moyano, un intento serio de renovación de un aparato que cuenta en sus filas con demasiados tipos impresentables. No veo voluntad de generar soluciones para ciertos problemas que la gente, ya sea influenciada por los medios o no, reclama urgentemente (llámese regulación a la minería, cambios en la policía para combatir la inseguridad, más presupuesto y regulación en el tema trenes para evitar accidentes como el de ayer, etc.). No veo, en definitiva, que las cosas vayan para adelante.
Me quedan entonces tres opciones. La primera es hacerme el boludo y seguir defendiendo lo indefendible, pero para eso necesito un nivel de disciplinamiento y voluntad militante que no tengo. La segunda, peor aún, es convertirme en un opositor, lo cual implicaría olvidarme de todas aquellas cosas que valoro de este gobierno y de lo mucho que ha cambiado el país desde el 2003. Me quedaré con la tercera, entonces, que no es más que la crítica constructiva. Esa, que con el código binario de pensamiento que se ha apoderado de todo este último tiempo ha quedado pisoteada y a merced de los carroñeros que la usan para beneficio propio.
En conclusión, todavía apoyo al gobierno por que valoro lo que hizo y no veo nada mejor en el arco político. Sin embargo, algo ha cambiado en mi forma de pensar y estoy dispuesto a pelear, desde mi humilde posición de ciudadano, en la nueva pelea que es al interior del kirchnerismo. Y en ella, desde hace cuatro meses estoy perdiendo.
Hace cuatro meses, cuando Cristina Fernández fue reelegida, escribí una nota elogiándola y diciendo, entre otras cosas, que era una buena mina. La verdad es que yo veía algo diferente en ella, diferente a los demás políticos. Algo que me hacía pensar que no todo lo que hacía era por pragmatismo político y ambición de poder, sino que había en ella ideas y sentimientos más profundos. Algo de eso que tenía Eva.
Hoy por hoy mi percepción cambió bastante. Tal vez no tanto de la figura de Cristina en sí (aunque un poco sí), sino, y sobre todo, de su gestión. No veo, por ejemplo, la profundización que me gustaría ver y que no me parece tan descabellada con un 54% encima. No veo, más allá de la confusa pelea con Moyano, un intento serio de renovación de un aparato que cuenta en sus filas con demasiados tipos impresentables. No veo voluntad de generar soluciones para ciertos problemas que la gente, ya sea influenciada por los medios o no, reclama urgentemente (llámese regulación a la minería, cambios en la policía para combatir la inseguridad, más presupuesto y regulación en el tema trenes para evitar accidentes como el de ayer, etc.). No veo, en definitiva, que las cosas vayan para adelante.
Me quedan entonces tres opciones. La primera es hacerme el boludo y seguir defendiendo lo indefendible, pero para eso necesito un nivel de disciplinamiento y voluntad militante que no tengo. La segunda, peor aún, es convertirme en un opositor, lo cual implicaría olvidarme de todas aquellas cosas que valoro de este gobierno y de lo mucho que ha cambiado el país desde el 2003. Me quedaré con la tercera, entonces, que no es más que la crítica constructiva. Esa, que con el código binario de pensamiento que se ha apoderado de todo este último tiempo ha quedado pisoteada y a merced de los carroñeros que la usan para beneficio propio.
En conclusión, todavía apoyo al gobierno por que valoro lo que hizo y no veo nada mejor en el arco político. Sin embargo, algo ha cambiado en mi forma de pensar y estoy dispuesto a pelear, desde mi humilde posición de ciudadano, en la nueva pelea que es al interior del kirchnerismo. Y en ella, desde hace cuatro meses estoy perdiendo.