Antes de irme a Gesell tengo una cosa que aclarar: yo iba antes de que estuviera de moda.
Y también tengo una predicción: va a ser una visagra en mi vida. Y si no lo es, por lo menos me voy a desquitar con mi hígado.
15/1/12
9/1/12
Lujos "útiles"
Desde hace varios años el fútbol argentino es horrible. Los partidos son tremendamente aburridos, hay pocos goles, y casi ningún equipo hace cuatro toques seguidos sin tirar un pelotazo a dividir.
La responsabilidad por este fenómeno es compartida entre muchos factores. Por un lado, la temprana emigración de los mejores jugadores (negociados dirigenciales incluídos); por otro, los problemas económicos de la mayoría de los clubes, lo cual, inevitablemente, se traslada a lo deportivo. Sin embargo, hay un factor que, en mi opinión, es decisivo en esta cuestión: el exitismo/resultadismo inmediato e histérico generado por el poder que maneja el fútbol y transmitido a través de los medios de comunicación de ese poder hasta penetrar en el común de los aficionados al fútbol. Toda una dinámica que, lamentablemente, tuvo éxito.
Una de las manifestaciones más paradigmáticas de ese fenómeno es una frase tan común como detestable: lujos "útiles". La misma, que es utilizada por gran cantidad de periodistas deportivos y que sobrevuela muchas de las charlas de fútbol que se dan a lo largo y ancho del país, se refiere a una situación en la que el jugador tiró un lujo (llámese caño, taco o lo que sea) y el mismo sirvió para generar una jugada de peligro o para safar de la marca. Obviamente, los mismos que usan dicha frase suelen ser los que critican y murmuran cuando un jugador tira un lujo que resulta "inútil".
Ahora yo pregunto: ¿hace falta que un lujo termine en una jugada de peligro para que sea "útil"? ¿No es más lindo el fútbol por los jugadores que se animan a tirar un caño o un taco solamente porque quieren? ¿Hemos llegado a tal nivel de histeria y exitismo que no podemos disfrutar de las cosas más hermosas que tiene este juego? Lamentablemente, la respuesta parece ser que sí.
Por mi parte, me quedo con esos jugadores que mencioné anteriormente. Esos que evitan que el fútbol se reduzca a una cuenta matemática que puede apreciarse totalmente en el diario del lunes. Por ejemplo, "El flaco" Pastore.
La responsabilidad por este fenómeno es compartida entre muchos factores. Por un lado, la temprana emigración de los mejores jugadores (negociados dirigenciales incluídos); por otro, los problemas económicos de la mayoría de los clubes, lo cual, inevitablemente, se traslada a lo deportivo. Sin embargo, hay un factor que, en mi opinión, es decisivo en esta cuestión: el exitismo/resultadismo inmediato e histérico generado por el poder que maneja el fútbol y transmitido a través de los medios de comunicación de ese poder hasta penetrar en el común de los aficionados al fútbol. Toda una dinámica que, lamentablemente, tuvo éxito.
Una de las manifestaciones más paradigmáticas de ese fenómeno es una frase tan común como detestable: lujos "útiles". La misma, que es utilizada por gran cantidad de periodistas deportivos y que sobrevuela muchas de las charlas de fútbol que se dan a lo largo y ancho del país, se refiere a una situación en la que el jugador tiró un lujo (llámese caño, taco o lo que sea) y el mismo sirvió para generar una jugada de peligro o para safar de la marca. Obviamente, los mismos que usan dicha frase suelen ser los que critican y murmuran cuando un jugador tira un lujo que resulta "inútil".
Ahora yo pregunto: ¿hace falta que un lujo termine en una jugada de peligro para que sea "útil"? ¿No es más lindo el fútbol por los jugadores que se animan a tirar un caño o un taco solamente porque quieren? ¿Hemos llegado a tal nivel de histeria y exitismo que no podemos disfrutar de las cosas más hermosas que tiene este juego? Lamentablemente, la respuesta parece ser que sí.
Por mi parte, me quedo con esos jugadores que mencioné anteriormente. Esos que evitan que el fútbol se reduzca a una cuenta matemática que puede apreciarse totalmente en el diario del lunes. Por ejemplo, "El flaco" Pastore.
3/1/12
Lo que tenía que hacer
- Hice lo que tenía que hacer.
Repetía esa frase todo el tiempo, como queriendo autoconvencerse de ella, pero cada vez que la decía sonaba menos convincente.
- Era él o yo, con esos tipos no se jode.
- Pero ¿qué era lo tan grave que había hecho como para ser peligroso? - le pregunté algo ingenuamente.
- Vos no entendés, sos muy pibe para entender. Había muchos intereses en juego, mucha guita. Él podía hacerlos perder un negocio redondo, y lo venía demostrando desde hacía años – continuaba sin soltar un segundo su taza de café negro en jarrito, sin azúcar ni crema. Me acuerdo perfectamente por lo extraña que me resultaba esa forma de tomarlo. Decidí insistir con mi inquietud.
- Será que soy muy pibe, puede ser, y por ahí un poco ajeno a estos manejos; pero sigo sin entender como un tipo puede meterse en tantos quilombos tan sólo por su habilidad para jugar al fútbol.
- No era sólo lo que podía hacer con la pelota, era lo que representaba. Un tipo salido de una villa en el culo del mundo que se había convertido en un ícono hasta en el último rincón. Y encima era desafiante, no se callaba nada y sabía bien lo que quería. Era muy peligroso.
- ¿Qué era lo que quería?
- Justicia. Tan simple como eso. Que los jugadores reciban la parte de la torta que les correspondía.
- Pero los jugadores ganan fortunas…
- Si, los de primera. ¿Sabés cuanto ganan los de las divisiones más bajas? Migajas, algunos hasta son amateur. Él peleaba por todos esos que no tenían voz.
- Me parece que voy entendiendo; la mayor parte se la llevaban los empresarios. Igual no creo que haya cambiado mucho eso, eh.
- Mucho no, pero algo sí.
Mientras él me explicaba cuestiones económicas, me quedé pensando en por qué habría hecho lo que hizo si creía tanto en lo justo de aquel reclamo. Supuse que lo habían amenazado, así que decidí confirmarlo.
- Pero si era tan justo lo que reclamaban, ¿por qué lo hiciste?
- Fácil: me amenazaron. Yo me había mandado una cagada hacía unos meses en mi club y este hijo de puta me había cubierto con su poder por que sabía que había una oferta millonaria para llevarme a Europa y quería su parte. Así que cuando vieron la necesidad no dudaron en usarme. Me tenían agarrado de las pelotas.
- Pero si era la primera vez que te agarraban por ahí te daban seis meses o un año y después podías volver. A él ya le había pasado.
- Si, pero yo no era él. Tenía 29 años y nunca me había ido de la Argentina, a lo sumo podría haber vuelto a algún equipo mediocre de acá a ganar dos mangos. Esto era un palo verde por dos años de contrato, no podía decir que no así como así y tener que poner un parripollo después de retirarme. Entendeme, no podía.
En ese momento se agarró la cabeza y la giró para ambos lados sucesivamente como lamentándose, 18 años después, por lo que había hecho. Le hice rápido una pregunta para romper el hielo.
- ¿Cómo lo hiciste?
Se quedó callado un segundo, como recuperándose. Miró a la ventana y comenzó a hablar con resignación.
- Le puse una cucharada en su botella de agua. Ellos la habían conseguido rápido, se ve que tenían contactos, no se si me entendés; y me la mandaron por un mozo de la confitería del hotel. Todos sabían que él las hacía todas y que incluso ya lo habían agarrado una vez en Italia, por eso nadie le iba a creer. Pero esa vez no había hecho nada. Te juro que se estaba matando para no hacer nada…
Después de pasar unos instantes en silencio, con la mirada perdida en la calle, pidió la cuenta con un gesto y decidió sacarse una duda:
- Mirá pibe, yo esto te lo conté por que no daba más. Cada torneo en el que fracasamos es una puñalada de culpa para mí. Aparte vos parecés confiable, tenés curiosidad pero no matarías a tu vieja por una primicia como muchos de esos buitres con los que trabajás. Se que si te pido que no publiques no publicás. ¿O me equivoco?
En ese momento vino el mozo con la cuenta y esperé a que le pague para hablar tranquilo. La noticia me quemaba en las manos, era una posibilidad muy grande para escalar en el diario, pero tampoco quería convertirme en uno de esos buitres de los que él hablaba. Entonces intenté hacerlo por las buenas.
- Yo no voy a publicar nada que no quieras, quedate tranquilo. Pero me parece que a vos te vendría bien confesarlo. ¿No decís que te carcome la culpa?
- A veces, pero ya aprendí a vivir con eso. No se si voy a poder aprender a vivir con el odio de mi país. De eso no se vuelve. – dijo poniéndose la campera y levantándose.
- Pero podrías decírselo a él nomás, y pedirle disculpas. –insistí ya sin pensar en la primicia.
- ¿Eh? ¿Estás loco vos? En seguida se enteraría todo el mundo igual y me cagaría la vida. Y en definitiva, a él las piernas no le van a volver a crecer. Perdoname, pibe, pero era lo que tenía que hacer. –concluyó caminando hacia la puerta.
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